Para Žižek el individuo de la sociedad consumista es la encarnación del Último Hombre nietzscheano: atrapado en mundo de cómodas apariencias siente aversión por cualquier acontecimiento real, aunque lo real sigue emergiendo en sus fantasías y pesadillas. El Último Hombre disfruta con las películas de catástrofes de Hollywood pero cuando se enfrenta a la catástrofe real del WTC se siente sobrepasado, desposeído de su paraíso artificial. Le ocurre como a Neo en Matrix cuando Morfeo pronuncia la conocida frase que da título al libro: “Bienvenido al desierto de lo real”. Porque lo real, tan soñado en el cine y la literatura, sólo despierta náuseas cuando toma cuerpo en la realidad. Sin embargo, esa pulsión de lo real en el Último Hombre no es honesta. A causa del carácter traumático o excesivo de lo real tendemos a convertirlo en espectáculo y diluir sus efectos. No es otro el motivo por el que los espectadores se vieron sistemáticamente expuestos al impacto de los aviones contra las Torres Gemelas. El atentado se convirtió en el Mal absoluto que era necesario combatir sin importar los medios. De ese modo, el fascismo emerge de las anodinas democracias occidentales con total naturalidad. Debemos, según Žižek, evitar convertir en ficción lo real. Los atentados del 11/S no fueron expresión de ningún Mal absoluto que nos autorice a liberar nuestro instinto asesino-justiciero-fascista, cuyas acciones finalmente terminarán avergonzándonos como ocurrió en Abu-Ghraib. La única respuesta sensata a los atentados, dice Žižek, consiste en apreciar que no son terroristas solamente los que lanzaron los aviones contra las torres sino también todo el entramado financiero capitalista que está asolando el, así llamado, Tercer Mundo. Žižek no duda en utilizar la misma clave para interpretar el conflicto palestino-israelí: es un conflicto económico, no religioso, el último conflicto poscolonial. Žižek es muy crítico con el actual modelo de democracia occidental donde se ha despolitizado la economía y toda la lucha se reduce a la integración de las minorías, al multiculturalismo y la tolerancia. Se nos escatima la verdadera esencia de la política y se nos hace partícipes de una mascarada hipócrita: tenemos que respetar todas las culturas y todas las costumbres pero no podemos cuestionar el capitalismo que reduce a cenizas cualquier sociedad en la que se instala. Quizás el elemento más decepcionante del discurso de Žižek es la aceptación acrítica de la versión oficial de los atentados del 11/S, incluidos el ataque al Pentágono y el relato de la resistencia heroica de los pasajeros del vuelo UA93 que supuestamente se estrelló en Shanksville. Pero, una vez más, ¿dónde está el avión?
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